
Edith Piaf
Edith Giovanna Gassion nació un 19 de diciembre de 1915, y nació en la calle. Y es literal; su mamá, pobre, separada y alcohólica, dio a luz ayudada por un policía. Sus primeros años los pasó al cuidado de su abuela que dirigía un burdel, y si crees que estos son principios difíciles, mejor ni te hablo de la meningitis que a los cuatro años casi la deja ciega.
De aquí en adelante todo fue acrobacias callejeras, embarazo prematuro y canto en las avenidas de parís donde la vio el empresario Louis Lepleé, quien la bautizó como “Piaf”, pequeño gorrión, y de paso la convirtió en una estrella de su cabaret donde iban y venían las celebridades parisinas. Pero su destino estaba torcido porque un día “papá” Leplée apareció muerto y fue tratada como sospechosa de asesinato.
La Piaf se entregó a los excesos en la bebida, la droga y los hombres, a quienes que amó con intensidad, sino que lo diga su gran amor, Marcel Cerdan, un boxeador marroquí, campeón del mundo y gloria nacional de Francia, quien para variar, se mató en un accidente aéreo por ir a verla. Edith Piaf estuvo al borde del suicidio, pero salió de esa redoblando su pasión devoradora de hombres. Por su cama desfilaron Jean-Louis Jaubert y John Garfield; Eddie Constantinn, Yves Montand, Georges Moustaki y Charles Aznavour. Eran relaciones apasionadas y destructivas, de bofetones e infidelidades.
Murió en 1963 y todavía hoy, si pasas por el cementerio de Pére-Lachaise verás flores frescas sobre la tumba de esta mujer encerrada en la más oscura de las soledades cuando era adoraba por millares y millares de personas.
C’est la vie, Edith. Hasta amarga te salió la limonada de la lluvia de limones que te cayeron del cielo.