Sade, el sádico
Una joyita: el marqués de Sade
Si uno quiere hablar de un escritor maldito, tiene que poner por delante a Donatien-Alphonse François; marqués de Sade para los amigos, quien pasó a la historia regalando su apellido a una tendencia sexual que se destapa en el diván de los psicoanalistas.
Los que quieren al marqués le echan la culpa a un tío suyo volteriano, libertino y abate para más señas, porque Sade, nacido en cuna de oro iba para militar, ¡y vaya que hizo la lucha! en la Guerra de los Siete Años se portó como los machos, al punto que lo nombraron Capitán en la caballería de Borgoña. Se le torció el caminado cuando casó por conveniencia. Matrimonio y escándalo fueron todo uno porque al marqués, cuando no se le veía andaba con varias amantes, se le veía con mujeres tan alegres que un día se pasó de contento porque lo acusaron de violar, azotar y torturar a su criada derramando cera ardiente sobre unos cortes que le había hecho con un cuchillo. Se salvó pero años después lo condenaron a muerte por una orgía de látigo y sodomía donde terminaron medio envenenadas dos prostitutas. Se volvió a salvar porque decidieron que le faltaba un tornillo y lo mandaron al manicomio donde dicho sea de paso, se dedicó a escribir esas novelas “malditas” que hasta el mismo Napoleón echó a la candela. Del asilo salió indultado por la Revolución Francesa, misma que casi le vuela la cabeza en el régimen del terror de Robespierre.
El otrora flamante marqués era un viejo enfermo, obeso y tan arruinado que de la indigencia lo rescató una acusación de “demencia libertina” que lo devolvió al manicomio donde terminó sus días. ¿Y la familia? Bien, gracias. Uno de sus hijos le prendió fuego a todos los manuscritos donde había una obra en varios volúmenes llamada «Les Journées de Florbelle». No la vamos a leer nunca, pero ahí están “Los 120 días de Sodoma”, “Los crímenes del amor”, “Justine” y “Juliette”, todas calificadas de obscenas en su tiempo y hoy consideradas piezas maestras de la literatura gracias a los surrealistas del siglo XX que sacaron del anonimato estas obras de un autor que cuando describe las perversiones sexuales denuncia la hipocresía del tiempo que le tocó vivir.