León Tolstói, el realista
La agitada vida de Tolstói
Este León nació en la finca Yásnaya Poliana y nació en cuna de oro porque pertenecía a lo más selecto de la nobleza rusa. Baste decir que su papá era conde y su mamá condesa. Por eso empezó a estudiar Derecho y Lenguas Orientales, por eso dejó los estudios para irse a gozar de lo lindo entre Moscú y san Petesburgo, por eso se llenó de deudas de juego y por eso terminó yéndose con su hermano a la Guerra de Crimea. No tenía Tolstói madera de militar, que lo suyo, lo suyo, eran las letras pero lo reclutaron como artillero y le tocó ser testigo del sitio de Sebastópol, con sus más de cien mil muertos y heridos en combate.
Escribió para mostrar la vida y la sociedad en que le tocó vivir y se dice fácil, pero hay que leer Ana Karenina y Guerra y Paz para sopesar los kilates del escritor del que estamos hablando.
Pero Tolstói no se quedó en la literatura: fue una gran influencia para el movimiento anarquista y un lector tan entusiasta del Ensayo sobre la desobediencia civil de Henry David Thoreau, que cuando mandó a un periódico hindú su escrito “Carta a un hindú”, terminó escribiéndose con Mahatma Gandhi quien puso en práctica el concepto de resistencia no violenta, un punto clave del cristianismo de Tolstói. Y eso por no mencionar las cartas que cruzó con George Bernard Shaw, Rainer Maria Rilke, el zar Nicolás y las más de 10, 000 conservadas en el Museo Tolstói de Moscú.
Defendió el esperanto, esa lengua universal que nadie habla y en sus últimos años se volvió religioso y tan altruista que de no ser por su mujer, hubiera regalado todas sus propiedades. Y eso no fue lo peor: renegó de su obra literaria y criticó a la iglesia con tanta enjundia que terminaron por excomulgarlo.
Fue el precursor del vegetarianismo, creó el Movimiento Tolstoyano y en una de sus ventoleras decidió dejar los lujos y mezclarse con los campesinos y volverse zapatero.
Tenía 82 años cuando en 1910 una neumonía lo dejó tieso en una estación ferroviaria de Astápovo. Miles de personas se unieron a la procesión de su funeral y muchos ni siquiera sabían de la grandeza de este irrepetible literato ruso, uno de los más grandes en la historia de la literatura universal.