¡Apareció la piedra de Rosetta, Champollion!
El 19 de julio de 1799 unos soldados franceses que estaban en Egipto en plan de invasión se pusieron a desenterrar una vieja fortaleza y ¡oh, sorpresa!, se toparon con un bloque de granito de más de media tonelada de peso. Todo esto sucedía en la población de Rashid, que los franceses conocían como Rosetta. Nadie sabía lo que significaba aquel peñón por eso lo mandaron a El Cairo para que le dieran una estudiada. Fue por el gusto porque el significado de los jeroglíficos egipcios se había perdido desde los tiempos del imperio romano; es más, se creía que encerraban todo tipo de maleficios. Mandaron la piedra a Francia pero en el camino se les aparecieron los ingleses, se las quitaron y la facturaron a Londres de donde por cierto, no ha vuelto a salir… ¿Y cómo? ¡Es la pieza más visitada del museo Británico!
Pero la piedra siguió siendo un misterio hasta 1822 cuando un francés, Jean-François Champollion descubrió que se trataba de un decreto sacerdotal del 196 a.C., escrito en tres lenguas diferentes, una jeroglífica, una demótica y una griega. La piedra Rosetta fue la clave para descifrar los jeroglíficos egipcios lo que significó el renacimiento de una de las más grandes civilizaciones del mundo antiguo.
Fue un gran avance para conocer al pueblo egipcio.