José Emilio Pacheco decía que en la lírica popular mexicana, nadie estaba por encima de Amado Nervo, el primer ídolo de México. Tocó todos los temas, desde el amor, la soledad y la esperanza, hasta lo sobrenatural, y muchas de las preguntas que él buscaba responder en su poesía, también se las hacía el lector.
Cuando declamaba las mujeres lloraban y los hombres querían tener ese magnetismo tan seductor como su poesía,
Amado Nervo era un hombre de mundo, sensible y culto, y para la clase media naciente fue la personificación del sueño de entrar al mundo sofisticado de la modernidad que sólo se conocía en los libros.
En Paz
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
Porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje la mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales coseché siempre rosas.
…Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas…
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
Amado Nervo